TRANSFERENCIA Y CONTRATRANSFERENCIA
Docente: María del Carmen Barcia
El término transferencia tiene su origen en el vocablo transferir, que aparece hacia el 1490, y proviene del latín transferre (1) Significa: transmisión, traslado, traspaso, acarreo, corrimiento.
El término tiene un sentido muy general, y puede aludir tanto a un desplazamiento de objetos materiales como de valores, derechos, pautas de comportamiento, sentimientos, etc.
El prefijo trans alude a movimiento, y la palabra transferencia, en el marco de la teoría psicoanalítica, es uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, junto con inconsciente, pulsión y repetición.
En alemán, el término ÜBERTRAGUNGSLIEBE, acuñado por Freud, creador del psicoanálisis, está indisolublemente ligado a la cura y en relación al AMOR.
Dentro de la Psicología individual, originariamente significó “la reactivación en el presente de deseos inconscientes reprimidos en la infancia: puntos de fijación de la libido; actualizados como falsa conexión, en la figura del analista, que vendría a ocupar el lugar de la persona que motivó esos deseos, y a despertar en el paciente los afectos positivos o negativos correspondientes” (2).
Rastreando en sus orígenes, cuando aún Freud utilizaba el método catártico junto a Breuer (o sea la etapa preanalítica) publica un artículo en 1895 “Estudios sobre la histeria” donde aparece la noción de inconsciente. Dado que en la histeria el síntoma está en relación con el olvido, la búsqueda en esta etapa va en vías del recuerdo. Para Freud, el recuerdo es la puesta en acto de algo que nunca fue olvidado.
Comienza entonces, a detectar ciertos fenómenos en el tratamiento de su paciente Dora, que estaba seguro de no haber provocado. Dora se enamora de Freud, al igual que –anteriormente- Ana O de Breuer, quien, sobrepasado por las circunstancias, suspende su atención. Ambos habían estudiado el fenómeno de la abreacción (3) en el marco del método de hipnosis, tratando de inducir al paciente el recuerdo traumático, que entendían como origen de los síntomas. Llaman abreacción a la descarga psíquica que gatilla la palabra.
Ese afecto positivo en Dora o negativo en otros pacientes (como rechazo u odio), le dan la pauta de un falso enlace mediante el cual un personaje interno, arcaico del paciente era reemplazado por la figura actual de Freud. Postula entonces, que la transferencia es una modalidad de desplazamiento de un deseo reprimido.
Este proceso conforma un sistema que se manifiesta como resistencial, expresado como amor de transferencia desde el lado del comportamiento que se transfiere, y como relación de transferencia al nexo que se da entre paciente y analista.
Al respecto, Pichon asimila el concepto de transferencia, al vínculo, entendiéndolo como un deslizamiento del mundo interno sobre el externo. Por él, un sujeto reactualiza afectos amorosos u hostiles que han sido reprimidos, en otro sujeto que forma parte de su presente externo.
Para entender esto, podríamos remontarnos a Inmanuel Kant, filósofo idealista prusiano que alrededor de 1780 da un giro copernicano al estudiar la relación objeto-sujeto. Fundamentalmente, planteaba la imposibilidad de conocer al objeto en sí (noúmeno), haciendo foco en el sujeto, que conoce la realidad que “le sale al paso” a través de la experiencia, a la que llama fenómeno. Concilia el empirismo y el racionalismo, al postular que el sujeto le da forma al objeto.
Por tanto, lo que accede a la conciencia, no es el objeto en sí, sino la representación que el sujeto se hace de él. A esto lo llamamos “pasaje fantaseado”.
En relación con la transferencia, hay un paralelo en la fantasía de la investidura de objetos externos, al desplazar afectos del mundo interno al externo.
Lo positivo o lo negativo de la transferencia adquiere distintas dimensiones, -según plantea Freud- en relación al afecto despertado.
Ya encarando la asociación libre como método regio de acceso al inconsciente en el marco de su praxis psicoanalítica, Freud publica “La interpretación de los sueños” en 1900 y va reafirmando la noción de transferencia: las imágenes oníricas no son sino un disfraz que adquieren los contenidos psíquicos. No vamos a hablar de los sueños, donde coexisten dos mecanismos distorsivos (desplazamiento y condensación). Su equivalente discursivo son la metonimia y la metáfora.
Las representaciones que conforman nuestro mundo interno están ligadas a un determinado afecto (energía psíquica). Sin embargo, no todas participan de este mecanismo: un monto de energía psíquica queda en estado libre porque se ha reprimido la representación, por lo general, por el monto de angustia o displacer que provoca. Es así como esa energía, buscando una descarga inviste a un nuevo objeto, desplazándose del allá y entonces al aquí y ahora.
Cuando publica en 1905 sus estudios sobre el caso Dora, compara a la transferencia con la energía reprimida en los sueños, donde hay un desplazamiento (o una condensación) de imágenes que las hacen más potables para evitar el sufrimiento psíquico. La transferencia será –entonces- nuevas ediciones o facsímiles de las fantasías o impulsos que surgen durante el análisis, que van a reemplazar a una persona anterior por la del médico.
Los textos que dan cuenta de una profundización en la investigación sobre la transferencia, datan del período que va desde 1912 a 1915.
Cuando hay transferencia positiva, se genera una confianza que es aliada de la cura. Elaborada la transferencia por el paciente, el síntoma desaparecía. Postula –entonces- que sin transferencia no hay psicoanálisis
Más tarde va a definir como neurosis de transferencia a la que se crea artificialmente, en el curso del análisis; cuando la neurosis que lleva el paciente a la consulta (neurosis clínica) se desplaza en un vínculo afectivo con el terapeuta. Esta transferencia centralizada en su figura, es la que –una vez disuelta- opera en dirección a la cura.
Se amplió luego esta calificación en relación al resultado terapéutico. A través de distintos estudios que excedieron a Freud, pudo inferirse que –a veces- los afectos positivos transferidos podían –paradojalmente- ser considerados negativos en función de la cura, quedando el paciente anclado en la fantasía de seducción hacia la figura del analista, alejado del campo de la realidad. También podía ocurrir a la inversa.
Pichon-Rivière utiliza la clasificación freudiana.
En El Proceso Grupal (4), Pichon abandona la idea de que la transferencia es restringida al ámbito psicoanalítico, dado que entiende que ese fenómeno se presenta permanentemente en la relación del sujeto con los ámbitos donde se desempeña (el medio, contexto, o mundo externo). Pone a jugar el concepto junto al de telé, uno de los seis vectores del cono. Este desarrollo de Jacobo Levy Moreno –creador del psicodrama y la sociometría- se definió originariamente como “la disposición positiva o negativa para trabajar con un miembro del grupo”.
Levy Moreno ubicaba a la telé + ó – como un efecto normal producido en lo inmediato de un encuentro, que era independiente del concepto freudiano de la transferencia, que interpretaba como patológica. Cuando en el ejercicio psicodramático aparecía alguna transferencia, trataba –con la utilización de técnicas ad-hoc de convertirla en factor télico (la telé).
PICHON, en cambio, trata a la telé como un proceso transferencial.
¿QUÉ SE TRANSFIERE?
Los contenidos son fantasías correspondientes a “otra escena”, mediante ese proceso el sujeto, al investir al otro de los contenidos desplazados, le otorga un rol determinado. Ya se planteó previamente que si no se disuelve la transferencia, si no se la puede poner en palabras, va a constituir un obstáculo.
Se llamará TRANSFERENCIA CENTRAL la que va dirigida desde algún/nos integrante/s del grupo a la coordinación, concepto éste no acuñado por Freud (que hablaba de psicoanálisis individual) sino por la Escuela Francesa iniciada por Lacan. De la misma forma que el analista se presta a la transferencia de su paciente, transformando la neurosis clínica en la neurosis de transferencia, el coordinador sostendrá la transferencia central, dado que el su lugar en el dispositivo grupal es –en el imaginario grupal el de “sujeto supuesto saber”, mientras que desde su ignorancia, facilitará al grupo poner a movilizar sus propios saberes.
Tanto el grupo (entendido como entidad), como el equipo de coordinación, como la institución, como la propia tarea, pueden ser objeto de transferencia. Todos ellos considerados como objetos (por fuera del sujeto) pueden –al decir de Pichon- constituirse en un re-encuentro con algún objeto interno.
Ahora bien: preguntándonos cómo el grupo puede constituirse en objeto de transferencia, René Kaës (5) postula la teoría que no hay proceso de pensamiento sin la preexistencia del grupo. Dirá que “la represión grupal es determinante de la asociación grupal. El grupo es una asociación de sujetos que desea compartir sus deseos y represiones. El pensamiento asociativo (ideas y representantes de deseo) sólo es posible porque hay represión en estado de ser levantado”.
Cuando decimos que el mundo interno está estructurado como un grupo, estamos habilitando la noción que el mundo interno de los integrantes pueda deslizarse sobre el real, actual.
A las imagos introducidas por Freud y descritas por Laplanche: objeto, modelo, auxiliar y adversario, Carl Jung desarrolla posteriormente (en “Metamorfosis y símbolos de la libido”, en 1911) las Imago materna, paterna y fraterna, mediante ese clisé el sujeto se enfrenta a otro.
Refiriéndonos al marco de los grupos operativos, puede darse con frecuencia que algún integrante tenga sentimientos hostiles inexplicables hacia algún par o hacia el coordinador o el equipo. Se trata claramente de un proceso transferencial, mediante el cual reactualiza los sentimientos históricos de algún personaje internalizado en su mundo interno, en la figura de esas personas de su actualidad.
El tratar a un compañero como al hermano o aquella figura fraterna internalizada, a quien le unía afectos tiernos o celos competitivos, o a algún miembro del equipo como a alguien querido u odiado, se pone en funcionamiento el proceso transferencial.
La transferencia entre los miembros de un grupo, es llamada transferencia lateral por la Escuela Francesa.
La posibilidad de hablarlo en el grupo es el puntapié inicial para la disolución de la transferencia, que –de persistir- se constituye en un obstáculo epistemofílico que puede obturar su aprendizaje. Esa posibilidad se da cuando existe un marco de confianza y sostén para que pueda ser la palabra motor del vínculo que se trata de blanquear. El sólo hablarlo constituye un insight, que produce efectos tendientes a calmar la ansiedad del sujeto, y posibilita evitar la repetición –que está del lado la adaptación pasiva a la realidad, al decir de Pichon- superando la resistencia que ese falso enlace produce, y que reactiva el sentimiento ligado al personaje histórico internalizado.
Este salto cualitativo del sujeto lo coloca en el plano de la adaptación activa a la realidad, que Pichon relaciona con la SALUD.
Por todas estas consideraciones, es que Enrique Pichon-Rivière dice que “todo encuentro es un reencuentro”. Toda vez que conocemos a alguien, sentimos una impresión positiva o negativa, sin ningún fundamento racional. No sabemos nada de él/ella, y sin embargo, nos aventuramos a definirlo/a prejuiciosamente. Esa instantaneidad es la telé (+ ó -), que a veces puede marcar el futuro de la relación o, -en la medida en que el mayor conocimiento nos permita evaluar más racionalmente nuestros sentimientos- puede ajustar el vínculo a un comportamiento más racional, más maduro.
Ese desajuste temporal está del lado de la regresión, que se da en el proceso transferencial.
Ejemplos de transferencia pueden observarse, por ejemplo, cuando alguien reedita con alguien (jefes, maestros, directivos, etc.) los sentimientos arcaicos que le generaban un padre o una madre. Esta imposibilidad de discriminar entre un personaje de su mundo interno y uno de su mundo externo, gatilla el afecto que proviene de su relación histórica, provocando angustia y repetición. La repetición está dada en la re-edición del afecto, y puede lograse su disolución mediante el análisis.
La contratransferencia alude, dentro del marco psicoanalítico, a una respuesta inconsciente del analista a la transferencia del paciente. Mediante este proceso, el analista actualiza sus propios deseos en el analizando.
Algunos consideran a la contratransferencia como un simple efecto rebote, pero esto significaría una causa-efecto que no tiene demasiado sentido. Supongamos que los afectos transferidos por el paciente fueron hostiles, dado que reedita alguna escena de su mundo interno, internalizada con ese monto libidinal. Efecto rebote, sería una respuesta idéntica, de alguien que se supone se presta a la situación transferencial analítica en vías a que el paciente pueda resignificar la situación histórica para no angustiarse. Hablaría de la incompetencia del analista, que carecería del sostén necesario para que se produzca el acto analítico. Usualmente, se da un período de entrevistas previas al contrato de análisis, que sirven para evaluar si puede establecerse un nexo afectivo amoroso entre el analizando y el analizante; y –recíprocamente- para que el vínculo sea igualmente positivo del lado del analista. Este sistema facilitará el camino a la cura.
Pichon-Rivière descree que la transferencia se dé sólo en el marco del análisis, y plantea que es un fenómeno permanente en el vínculo de cada sujeto con el medio.
Cuando Pichon ubica la transferencia del lado de la telé (contrapuesto, como dije antes, a Levy Moreno), la relaciona también con la adjudicación de roles y su movilidad (que estaría del lado del problema; pasible de ser resuelto) o su estereotipia (donde la fijación correspondería al dilema).
Este último punto, se relaciona con los saltos dialécticos que se producen en los grupos –en nuestro caso, operativos de aprendizaje- y que posibilitan la elaboración de los problemas vinculares, de la dimensión dinámica del grupo, y la reelaboración teórica, que se realiza con otros y da curso al aprendizaje.
En El Proceso Grupal, Pichon habla de transferencia recíproca, y la refiere a toda transferencia que sea respuesta a otra, en el marco de la interacción de los sujetos con el medio.
Por todo lo dicho, verán que transferencia es un concepto fundamental en nuestra disciplina, y de la elaboración de las transferencias singulares de cada sujeto en relación a su entorno, dependerá en gran parte que su comportamiento esté orientado al aprendizaje y a la experiencia como motivo de conocimiento, o –por el contrario- esclavo de ellas y del malestar que pueden provocar en su cotidianidad.
Disfruten del tema y de la elección que han hecho de transitar el camino de la psicología social.
NOTAS
(1) Gran Diccionario Etimológico. Sinónimos, antónimos y parónimos. Tomo II. Pág.516.
(2) Diccionario Crítico de Psicología Social. Pág. 189.
(3) Ver glosario al final de este texto.
(4) El Proceso Grupal. Pág. 154, 155.
(5) Kaës, René: “La invención psicoanalítica del grupo”. Pág. 66/67.
GLOSARIO
(Diccionario de Psicoanálisis Laplanche-Pontalis)
ABREACCIÓN: Descarga emocional por medio de la cual un individuo se libera del afecto ligado al recuerdo de un acontecimiento traumático, lo que evita que éste se convierta en patógeno o siga siéndolo. La abreacción puede ser provocada en el curso de la psicoterapia, especialmente bajo hipnosis, dando lugar a una catarsis; pero también puede producirse en forma espontánea, separada del trauma inicial por un intervalo más o menos prolongado.
IDENTIFICACIÓN: Proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo del otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones.
IMAGO: Prototipo inconsciente de personajes que orienta efectivamente la forma en que el sujeto aprehende a los demás, se elabora a partir de las primeras relaciones intersubjetivas reales y fantaseadas con el ambiente familiar.
INCONSCIENTE: A: el adjetivo inconsciente se utiliza en ocasiones para connotar el conjunto de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia, y esto en un sentido “descriptivo” y no “tópico”, es decir, sin efectuar una discriminación entre los contenidos de los sistemas preconsciente e inconsciente.
B: En sentido tópico, la palabra inconsciente designa uno de los sistemas definidos por Freud dentro del marco de la primera teoría del aparato psíquico; está constituido por contenidos reprimidos, a los que ha sido rehusado el acceso al sistema preconsciente-consciente por la acción de la represión (represión originaria y represión a posterioridad).
PULSIÓN: Proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin. Según Freud, una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsión puede alcanzar su fin.
REPETICIÓN: (COMPULSIÓN A LA REPETICIÓN ): A) A nivel de la psicopatología concreta, proceso incoercible y de origen inconsciente, en virtud del cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el prototipo de ellas, sino al contrario, con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente motivado en lo actual.
B) En la elaboración teórica que Freud da de ella, la compulsión a la repetición se considera como un factor autónomo, irreductible, en último análisis, a una dinámica conflictual en la que sólo intervendría la interacción del principio de placer y el principio de realidad. Se atribuye fundamentalmente a la característica más general de las pulsiones de carácter conservador.
BIBLIOGRAFÍA
DE BRASI, MARTA-BAULEO, ARMANDO: Clínica grupal, Clínica institucional. Atuel Ediciones. Buenos Aires, 1990.
FREUD, SIGMUND: Psicología de las masas y análisis del yo. Editorial Iztaccihuatl S.A. México, S/F.
Gran Diccionario Etimológico. Sinónimos, antónimos y parónimos. Tomo II. Héctor Alfredo Calderón Editor. Mendoza, 1988.
KAËS, RENÉ: La invención psicoanalítica Del grupo. Publicación de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Buenos Aires, 1994.
LAPLANCHE, JEAN- PONTALIS, JEAN BERTRAND: Diccionario de Psicoanálisis. Paidós. Avellaneda, 1998.
PICHON-RIVIÈRE, ENRIQUE: El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social (I). Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1985.
PICHON-RIVIÈRE, ENRIQUE: Teoría del vínculo. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1985.
RAMBAUT, LEO: Diccionario crítico de Psicología Social Según la teoría del doctor Enrique Pichon-Rivière. Ediciones del autor. Buenos Aires, 2002.